El espejismo de un maki
- Jesús Rojas
- 27 jun 2017
- 3 Min. de lectura
El sol se posa sobre nuestros cuellos, el aire se hace mucho más espeso, y la arena nos llega hasta las rodillas. Como un peregrinaje sin fin, hemos cursado un mar de piedras, mientras nuestros estómagos retumbaban al ritmo de nuestros pasos, como si de un desfile de hambre se tratara.
Al cabo de unas horas, nos percatamos de una brillantina en lo que parecía ser el límite de la arenosa carretera, con el cielo oceánico que nos encerraba. Nos dispusimos a, con nuestro último aliento, perseguir ese punto brillante a través del camino que pareciera nos estaba desafiando. Sentimos cómo nuestros pies se disipan en la brea, y la ola de calor se intensifica irradiándonos los sentidos. Vemos que aquel lugar brillante se hace más inalcanzable con los pasos, que se evapora en el horizonte y forma una nube y se oculta en lo lejano de una montaña.
Al parecer, es una derrota para nuestra curiosidad. Alguna ilusión hubo de encontrar algo, tal vez es el reflejo de un carro riéndose de nuestra desdicha, o tal vez el espejo de alguna vieja ricachona. Incluso la misma madre naturaleza divirtiéndose en sus aposentos divinos, de unos pobres humanos hambrientos. Sorpresivamente, un oleaje de neblina se deslizo por el cielo, y a nuestro lado apareció una entrada que brillaba desde dentro. Un olor delicioso navegaba y se posaba entre nuestras narices. Dirigimos nuestros últimos pasos hacia ese mágico lugar. Un hombre bien vestido de color negro nos dio la bienvenida e inmediatamente nos ofreció una cómoda mesa que invadimos sin pensar dos veces.
El lugar está lleno de decoraciones extravagantes. Licores rodeándonos, como espectadores ansiosos de nuestra llegada. El misterioso hombre sonríe y nos da la bienvenida a MIHATO, al parecer hemos descubierto un lugar misterioso e intrigante. Nuestros estómagos suenan, y ese aroma que ronda no nos ayuda a prevenirlo. Un papel se nos fue entregado, y en él, veíamos 4 opciones increíbles: Yakimeshi, Pollo Teriyaki, Yasaitame y Chicken Katsu.
Mirándonos las caras no sabemos qué decidir, ni cómo explicar lo que está sucediendo. Pero ante el banquete, esas dudas acaban y nos encomendamos a una sola misión: disfrutar esta fantasía inexplicable. Ya habiendo ordenado Oreana y yo Yakimeshi, y Sebastian y Marcela el pollo Teriyaki, pensamos en ponerle una sazón adicional a nuestra visita. Unos rolls acevichados son ese complemento adicional, que da en clavo de nuestro paladar.

La comida es un manjar, sentimos que esto es realmente un sueño, que pronto despertaremos, ya que esto parece ser un regalo divino. La cantidad de sensaciones que siento al comer el Yakimeshi son muy variadas. Un cosquilleo junto con un gancho directo a mi boca, fácilmente esto genera una emoción de calma y euforia a la vez. El Teriyaki tiene un aspecto de otro mundo, y no, no es por algo malo ,sino impresionante. Es como si hubiesen pintado un lienzo en él y nosotros somos los críticos de arte que lo juzgan, y se deleitan ante tal.

Nuestra comida cesó, y los tambores de agonía se convirtieron en una tonada de violín serena y feliz. Nos paramos y agradecimos la comida. El misterioso hombre de negro atinó a darnos una sonrisa. Al salir, volteamos, y todo el local había desaparecido, generándonos una gran incógnita. A lo lejos vimos, en el otro extremo de la carretera, un nuevo punto brillante, MIHATO había desaparecido para alimentar a otros hambrientos.

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